Volver a escribir como forma de reconectar
Escribir… Me siento frente al cuaderno, o la computadora, o la libreta y no sale nada. O bueno, no sale nada que me guste. Qué complicado lograr algo que me atraiga lo suficiente como para estirarlo. No sé, a veces siento que lo tengo. A veces leo el párrafo y pienso “esto es precioso”, pero el párrafo siguiente no me gusta; y lo reescribo, y lo vuelvo a escribir una y otra vez.
Así es como vienen siendo mis sesiones de escritura. Es como si me hubiese enfocado mucho en que quede bello, que me olvidé lo que significa escribir para mí. Me olvidé que escribir es más que sentir, es comunicar, es una forma de dejar constancia de la vida.
Leo mis diarios y me parecen tan distantes, pero ahora no estoy en niebla. No, me compré una aspiradora que funciona al revés y me deja ver entre la humedad. Ahora tengo una ruta, o me parece que tengo una. Pero la duda es constante, y me comparo mucho con lo que solía escribir.
¿Cómo vuelvo a mi estilo de escritura cuando no me gusta lo que vengo escribiendo?, me pregunto; aunque creo que la respuesta a ésto sería otra pregunta más: ¿por qué quiero volver?
Conforme fui haciéndome fuerte y construyendo confianza frente a mis palabras en el papel, más me di cuenta que cuando realmente se siente, se nota. Uno se deja encarnar por la escritura muchas veces en el proceso de la lectura. Noticia: hacer una historia tiene la misma base.
Tengo un fragmento de uno de mis diarios que quiero compartir acá hace un montón, y lo estoy posponiendo porque tiene mucho que ver con mi nuevo proyecto, y quiero tener más lecturas para que sea un artículo menos poético, con más congruencia académica. Creo que mi exigencia va más en sentir que las teorías son mi almohada en la que caer. Porque… ¿qué me detiene si me caigo a la mitad de la frase?
Estuve luchando con el inicio del proyecto nuevo. Cometí el error de querer controlarlo todo, otra vez; y cuando quise darme cuenta tenía respuestas que no sabía que quería tener y estaba abrumada de tanta información que había buscado. O, bueno, no tanto, porque mis lecturas (las que termino) siempre me dejan un buen sabor en la punta del lápiz; porque, que las tenga no significa que tenga que usar todas.
Toda inseguridad se resume en la siguiente pregunta:
¿Quién quiero ser ante la hoja?
Es la decisión que más me acecha en el proceso. Porque la escritura fluye si la dejás, si no te detenés, si te convencés que corregir es mejor si lo hacés después. El proceso es distinto para cada uno, esa forma en la que se gestan las ideas, la forma en la que se dan a conocer. Yo escribo, escribo, escribo, y siento que estoy corriendo una carrera todo el tiempo: ¿por qué esta escena es tan corta? ¿por qué el diálogo es tan largo? ¿qué puedo hacer para que esto suene más gracioso? ¿qué tengo que leer para que el párrafo no me quede tan “cuadrado”? Siempre algo falta. ¿Por qué tiene que faltar algo? ¿Por qué no puedo fijarme después?
Estoy practicando volver a escribir todos los días, dejar que el proceso y la creatividad me acompañe. Ver los distintos procesos en vivo me llena de amor, también; me hace recuperar el cariño por los proyectos. Porque el escritor sufre más cuando piensa mucho y para mí sobrepensar es mejor después de escribir. Las oraciones se pueden borrar, las ideas se pueden sacar, los puntos se pueden abrir y las comas van a estar ahí para ayudar siempre.
Ojo. No digo dejar todo para la corrección. Últimamente, me está ayudando mucho el pensamiento para dejarme fluir con la escritura; pero no voy a volver a cometer los mismos errores que en mis anteriores novelas. Uno tiene que vivir los obstáculos de la escritura para aprender a sobrellevarlos. Yo cambié un rasgo importantísimo de la novela anterior, casi llegando al final de la escritura y después tuve que reescribir en corrección; porque era algo que se arrastraba hasta llegar al final que había elegido (que en su momento, en el principio, no sabía cuál iba a ser). Ahora, estoy un poco más (o menos) estructurada. Ahora, tengo más herramientas. Ahora, tengo ganas de escribir y encontrar el mensaje.
La constancia y la resolución de problemas son clave. Cómo resolvemos esos problemas, también. Los bloqueos son necesarios, a veces. Creo que si escribo me motivo más, porque ya empecé.
Si tenés una idea, empezá, creala, amala. Que te persiga tanto como para tener que pedirle a la curiosidad que salga a la puerta para jugar. Convencete de que las cosas tienen respuesta; y, si resultaba que no las tenían y la verdad era otra cosa, no importa. Dejá que sea la mentira la que descubra la verdad.
“Para que cualquier cosa suceda, primero hay que hacer algo.” — Albert Einstein.
Con amor,
Abi🤎
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